jueves, 17 de noviembre de 2011

UNA VEZ

una vez me destilé al aire libre
un conjuro un motor inexplicable
atravesé sonoras pizcas de jazmín silvestre
cuando la urbe se fue durmiendo lentamente
y no se dieron cuenta del milagro
en sus iris ámbar
y estornudé amapolas tan naranjas
como el verde sentir o el rojo llanto
la risa se apodero de mi
y en un minuto casi humano
fui feliz
eran mariposas en el alma
tus dedos en mi cuerpo vagabundo
conmoción de gorriones
instantánea y fugaz luz sin urgencias.
Una vez el rocío
ay, se inmoló en su propia tela
la araña tejió cierto anochecer
que apresuraba olvidos.